Hoy me dieron ganas de ser extraña de nuevo, en el sitio donde hace muchos años lo fui, y es que es tan cómodo no conocer a nadie y que nadie te conozca; sentir que no traes más que lo puesto; sentir que en ese instante podrías fácilmente tomar un autobus hacia cualquier lugar, sin dejar nada atrás. Así que busqué dónde sentarme, dónde pedir un trago y observar; lo extraño o lo hermoso, es que no me sentí ajena como lo quería, ya que todos alrededor compartíamos esa misma mirada un tanto triste y un tanto dueños absolutos cada quien de su propia desolación.
Pareciera que el tiempo retrocedió ¿cuántos años? ¿15? ¿tal vez más? La tristeza tiene memoria. Lo cierto es que por momentos volvió a carcomerme esa terrible sensación de incertidumbre, y temo admitirlo, por momentos también, volví a saborear su dulce amargor.
Solo fueron un par de horas en las que quise recordarme a mí misma, que a pesar de todo y de todas aquellas personas que quisieran verme vencida, que soy mucho más fuerte de lo que suponen, y que este momento que me tomé para mí, es tan solo una pausa en mi camino.