lunes, 9 de julio de 2012

¿Monumento a la Paz… o la Manga del Muerto?


Hay un tema que lo traigo atravesado desde hace semanas y es hora de sacarlo.
Estoy muy lejos de la política y de todos los intereses que hay detrás de cada faramalla que se realiza en éste o en cualquier lugar, sin embargo, el uso del sentido común nadie me lo quita.
Sigo impactada ante el “Monumento a la Paz” o “Fair Play” recientemente inaugurado en Cancún, aprovechando la “Copa Mundo Maya”.
En primer lugar ¿por qué hacerle un monumento a la paz, si no tenemos paz? ¿o es que las noticias locales que a diario escuchamos o leemos no cuentan? ¿Y tampoco los testimonios de vecinos, conocidos y los propios, con nuestras historias acerca de un hecho del cuál hemos sido víctimas de la delincuencia? ¿es eso estar en paz?. Segundo ¿por qué gastan dinero para hacer ese espantocérrimo balón, mientras hay muchísimas calles que no cuentan con banquetas para que la gente pueda transitar a pie sin exponer su vida? y no sólo en regiones terriblemente pobres, sino en toda la ciudad. Y tercero, suponiendo que ésta es una ciudad con tanta paz que merece un monumento y que además es segura, limpia y todo funciona a la perfección (cuando hablo de ciudad no sólo me refiero a la zona hotelera, sino a toda la ciudad) y nos preocupamos tanto del turismo, como de la gente que día a día saca adelante a Cancún…. ¿quién tuvo el atrevimiento de diseñar este modelito? ¿y quién aceptó dicho diseño? Se supone que queremos darle a Cancún una imagen de primer mundo, de vanguardia, de ciudad cosmopolita… y nuestros “monumentos” son más kitsch que un frasco de Nivea en una palanca de velocidades (otro ejemplo, la Glorieta del Ceviche). Un balón multicolor con una paloma embarrada, sin ningún sentido de la estética. Dejen de gastar dinero en cosas inútiles, que sólo ensucian un paisaje con un símbolo tan hermoso como el de nuestra bandera nacional y pónganse a hacer obras que de verdad enaltezcan a nuestra ciudad. Yo amo Cancún, pero no me alegro de este tipo de teatritos, como ser nombrada “Capital Mundial de la Paz”. Debemos exigir que realmente exista paz, no sólo para los turistas, sino para todos sus habitantes. Amar a Cancún no significa taparle sus defectos, significa trabajar para ser mejores, canalizar recursos hacia donde se requieren. No necesitamos nombramientos absurdos, ni postularnos como una de las 20 ciudades más hermosas del mundo, cuando no lo somos.
Si queremos recuperar el liderazgo turístico no será a base de mentiras, sino de realidades. Hay muchas cosas de las cuáles estar orgullosos, pero faltan otras muchas.
Ese bodrio espeluznante con una paloma estrellada, no sirve de nada. Tantas mentiras a nadie ayudan.