lunes, 6 de agosto de 2012

Y yo sin saber qué hacer… de aquel olor a mujer


Sólo un corazón desgarrado puede entender la grandeza de Chavela… porque un corazón hecho añicos habla en su mismo idioma y comparte el mismo llanto, brinda por el mismo duelo y canta por el mismo adiós, que, aunque es otro, siempre acaba siendo el mismo.
Cada que suena una canción de Chavela, se vierte un tequila que ha de ser bebido a la salud de alguien que ya se fue, pero también a la salud propia, por ser un sobreviviente del desamor y del abandono, e irónicamente, por tener la dignidad de quien agarra los trozos del suelo y canta “… ojalá que te vaya bonito…” .
Chavela hacía de cualquier canción un llanto, un desquebrajamiento del alma, de la propia y de la de cualquiera.
Chavela, además de Chamana, era la exorcista de todas las almas atormentadas por los demonios del dolor, de todas las penas que necesitan salir, porque no caben en el alma…
Chavela nos es tan familiar, porque ha sido la compañera de parranda, de llanto y de noches en vela, por eso la pérdida se convierte en propia.
Chavela, la misma que nos ha cantado cien veces seguidas la misma canción… hasta que se acaba el tequila, o hasta que se nubla la razón.
Chavela no tenía que morir para trascender… hace años lo había hecho.